Autora: Stella Maris Juste
Fuente: paradiplomacia.org
Una de las tantas modalidades del fenómeno es la integración regional subnacional. Sin embargo, , hablar de integración regional no es asunto nuevo. Basta con recordar el proceso de conformación de la Unión Europea, por ejemplo, que numerosos autores y disciplinas del campo de las Ciencias Sociales han abordado desde distintas ópticas.
En el terreno subnacional, como sucede en el nivel estatal, hablar de integración regional supone dos premisas esenciales: la primera, pensar la frontera como una puerta al desarrollo, y la segunda, articular voluntades bajo intereses comunes. Entonces, podemos suponer que la forma embrionaria de la integración es la “cooperación”, entendida según la Real Academia Española (RAE) en el sentido de “obrar juntamente con otro u otros para la consecución de un fin común”. Desde una perspectiva más pragmática, cooperar también se refiere al conjunto de acciones y herramientas orientadas a movilizar recursos e intercambiar experiencias para alcanzar metas comunes, con criterios de solidaridad, equidad, eficacia, sostenibilidad, corresponsabilidad e interés mutuo. Y es aquí donde las fronteras son el punto de encuentro para los gobiernos subnacionales que encuentran intereses comunes vinculados a sus necesidades de desarrollo.
En Sudamérica, la integración regional de los gobiernos subnacionales cobró impulso en la década de 1980. En ese momento algunas formas de cooperación transfronteriza de carácter histórico fueron adquiriendo institucionalidad. Los gobiernos subnacionales y nacionales crearon instancias de trabajo enfocadas en las fronteras, y así nacieron los Comités de Frontera que luego tomaron el nombre de Comités de Integración Fronteriza. Estos espacios nacieron de un acuerdo diplomático firmado por los presidentes y con la participación de funcionarios nacionales y locales. Por ejemplo, para Argentina y Chile fue un paso clave para limar asperezas vinculadas a conflictos sobre la demarcación de los límites entre ambos países. Tras la firma del Tratado de Paz y Amistad en 1984, ambos países establecieron la realización periódica de consultas para mantener y afianzar las buenas relaciones. Chile y Bolivia también comparten un comité desde 1997 conformado por las regiones chilenas de Tarapacá y Antofagasta, y los departamentos bolivianos de La Paz, Potosí y Oruro. En 1999, Perú y Chile formalizaron un espacio para la participación de las regiones de Arica y Parinacota y el departamento peruano de Tacna. En Bolivia también existe la figura de los comités, 3 de ellos entre departamentos bolivianos y provincias argentinas, y un comité amazónico con los departamentos peruanos. Paraguay mantiene 6 comités en la frontera con Argentina. Y, en el caso de Uruguay existen 5 comités también con Argentina. Entre Brasil y Argentina los comités datan a partir de las restauraciones democráticas en ambos países, específicamente en 1985 cuando se firmó la Declaración de Foz do Iguazú que sentó las bases de la integración binacional a escala subnacional.
Pero también existen iniciativas propiamente subnacionales, surgidas de la historia transfronteriza compartida entre los gobiernos subnacionales, actores de la sociedad civil, y el sector productivo. La Zona de Integración del Centro Oeste de América del Sur (ZICOSUR) nació por iniciativa del grupo de Empresarios del Centro Oeste Sudamericano (GEICOS) con el objetivo de crear un mercado regional integrado que abarcase el noroeste Argentino, norte de Chile, Sur de Bolivia y Paraguay. La característica principal fue que los territorios que lo integran eran regiones periféricas, con dificultades para el desarrollo pero grandes posibilidades integradas. Actualmente, ZICOSUR nuclea a gobiernos locales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, funciona con un estatuto, agenda anual de trabajo, y estructura institucional propia (presidencia y secretaría ejecutiva). En su ampliación incluyó nuevas regiones con diferentes grados de desarrollo, e incorporó agendas coyunturales como género, ambiente y cambio climático.
En la misma línea, en 1961, en Brasil nace el Conselho de Desenvolvimento Do Surl (CODESUL) que agrupa a los estados del sur brasileño de Río Grande Do Sul, Santa Catarina, Paraná y Mato Grosso Do Sul. Años después, en 1984 se crea la Comisión Regional de Comercio Exterior del Noroeste y el Litoral (CRECENEA) conformada por las provincias del noreste argentino de Chaco, Corrientes, Formosa y Entre Ríos. Ambos espacios de intercambio se vincularon para crear una zona de integración a través del Protocolo Regional Fronterizo Nº 23 en el año 1988 para fomentar la vinculación y los mecanismos de trabajo, particularmente en torno a cuestiones vinculadas al desarrollo económico.
Durante los últimos años, también ganó protagonismo la Macro Región de Atacalar, un espacio de integración conformado por la región chilena de Atacalar y las provincias argentinas de Catamarca, Córdoba, La Rioja, Santa Fe, Santiago del Estero y Tucumán. Surgida en 1996 a través de un acta acuerdo firmada por los gobernadores de Catamarca, La Rioja y el intendente regional de Atacama, la Macro Región se autodefine como un organismo de integración subnacional transfronteriza que persigue afianzar la cooperación a través de la concertación entre la sociedad civil y los organismos gubernamentales. Por el mercado productivo que esta región significa y por los puertos chilenos que conectan al Pacífico, este proceso de integración es clave para el vínculo con los países de Asia.
Para resumir, la integración subnacional es diversa y compleja, pero se destacan algunos puntos en común: la voluntad de trabajo de los gobiernos subnacionales en las fronteras, las necesidades vinculadas al desarrollo, las des/articulaciones con los Estados nacionales, y la certeza de que los resultados positivos son a través de la gestión en gestión en equipo. En ese sentido, la frontera resulta un espacio de integración política, económica y social donde el rol protagónico está en el accionar de los gobiernos subnacionales. Por mucho tiempo y dada la extensión de los países en la región, las realidades socio-económicas de las fronteras quedaron excluidas del diseño de la política exterior. En esos vacíos, el accionar subnacional transfronterizo permitió dar respuestas a problemas de la vida en frontera, así como buscar la solución a necesidades de financiamiento para infraestructura y mejorar el comercio intrarregional.
La actualidad presenta nuevos retos que requieren una articulación multinivel y multiactoral y, con esa visión, resulta claro que los gobiernos subnacionales construyen con sus pares transfronterizos una nueva óptica de vinculación que les permita trascender la periferia y enfrentar los desafíos del desarrollo a través de una nueva territorialidad.
**Doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Investigadora del Consejo de Investigaciones Técnicas y Científicas de Argentina (CONICET). Profesora de grado y posgrado de la Universidad de Jujuy y Profesora Visitante de la Universidad de Fudan (China). Miembro de la Red de Expertos en Paradiplomacia e Internacionalización Territorial (REPIT). Sus temas de investigación son: paradiplomacia y actores locales en relación a China, cooperación transfronteriza, transición energética.
Esta columna ha sido elaborada con el apoyo del Instituto de Desarrollo de la Universidad de Fudan (FDDI)
Artículo publicado el 13/04/2024
En línea: https://paradiplomacia.org/art%C3%ADculo/13042024111540